¿Cuánto tiempo de tu vida has invertido en pensar, y tal vez, arrepentirte por no haber dicho algo, no haber tomado esa decisión o haberte quedado de observador en una situación que requería de tu acción?
En este último año donde me he dedicado a reconocerme y dar el giro a mi vida hacia lo que quiero para mí en este momento, me he encontrado una constante. La mayoría de mis demonios internos o sombras están cimentados en aspectos de mí misma y de mi historia donde callé, no tomé una decisión o elegí callar y soportar en vez de actuar. Esto me ha llevado a repensarme y preguntarme ¿Quieres seguir haciendo esto? o ¿vas a tomar el valor y te vas a arriesgar la próxima vez?
Y así, sencillo, sin necesidad de una gran revelación elegí (eso si, con mucha determinación y compromiso) empezar a vivir mi vida arriesgándome a romper el molde, arriesgándome a reinventarme y explorar lo que en el pasado hubiese sido impensable para mí. Elegí empezar a vivir en liviandad y autenticidad en vez de hacerlo desde el «deber ser» y el cumplir las expectativas del otro. Ahhhh y les cuento que esto se siente diferente!
Ha sido una experiencia bien interesante donde he aprendido esto:
1. El Poder de sentirme herida lo tengo yo. Las personas reaccionan y la forma como reciba esas reacciones es una elección 100% mía. Por ende, antes de reaccionar y entrar en el «ciclo del drama y juicio» elijo recibir esas reacciones de una forma más consciente sintiendo cómo me llega esa información, qué aprendo y si es necesario abriendo la conversación atravesando esa barrera del miedo a no ser «adecuada». ¿Qué situación te está generando malestar en este momento? ¿Puedes transformar la forma de recibir esta situación o tal vez, podrías abrir una conversación para aclararla y avanzar sin ese peso?
2. Las expectativas de los demás son de ell@s, no mías (a menos que yo lo quiera así). Todas las personas crean una serie de expectativas frente al comportamiento y reacciones de otr@s y es allí donde se generan rupturas en las relaciones, ya que somos personas diferentes con formas de vivir y ver la vida diferentes. ¿Cuántas veces aceptaste un objetivo o meta por el valor de quien te lo fijó (Jefe, Padres, Pareja, etc)?
3. Hablar es manifestar mi poder de crear. Muchas veces guardé mi voz por temor e inseguridad ya que pensaba que tal vez no estaba «viendo el todo» en la situación. Lo que he aprendido en este tiempo es que mi radar interno funciona (y muy bien). Por esto, si algo de lo que ocurre no me encaja, sencillamente lo exploro activamente indagando qué pasa en vez de quedarme como observadora hasta el final. ¿Qué situación estás viviendo hoy como espectador y que dentro de ti sientes que hacer oír tu voz sería importante?
Hoy quisiera invitarte a hacer esas tres sencillas reflexiones que te compartí en los puntos anteriores y tomar acción. Toma una respiración profunda y pregúntate, ¿En qué me hace falta arriesgarme para vivir la vida que quiero?
¡Eso! Eso, que te llegó primero a tu mente, empieza por ahí.
Un abrazo
Caro Góngora